Porque tenemos claro con quien queremos compartir el fruto de nuestro trabajo.
Porque como el caso de las almazaras, es un puro trámite burocrático previo pago a una empresa privada.
Porque pensamos que la certificación es fácil para los grandes y complicada y cara para las pequeñas.
Porque la certificación no garantiza ni la cercanía, ni la calidad, ni la economía social.
Y además, porque nuestro aceite está hecho con las aceitunas que vienen de pequeños productores, familias jornaleras con un pedazo de tierra en un cerro, donde acaba la campiña del terrateniente sevillano y comienza la serranía gaditana, de aquellos que no reciben ayudas europeas, de aquellas que estaban obligadas a malvender su cosecha, o de aquellos que esperan la rebusca, de aquellas que piden permiso para entrar en olivares abandonados, de aquellos que cansados de desconfiar, han confiado en un proyecto realizado por y para jornaleros.
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